El mercado mexicano es uno de los más competitivos y
complejos del mundo. Solo en el sector de vehículos livianos, el mercado
mexicano es atendido por más de 2,400 compañías de distribución de 43 marcas
automotrices y emplea a alrededor de 140,000 personas.
Asimismo, la comercialización de vehículos está directamente
relacionada con el poder adquisitivo de los consumidores y el crecimiento de la
economía. Sin embargo, en el caso mexicano, debemos agregar a estas condiciones
la existencia de dos factores limitantes que amplían la brecha entre la demanda
potencial y las ventas de vehículos: un alto porcentaje de informalidad
económica y baja calidad del estado de derecho.
Algunos datos ilustran la importancia de estos factores. En
2018, la medición de la economía informal realizada por INEGI mostró que por
cada MX $ 100 (US $ 4.48) generados por el Producto Interno Bruto (PIB) del
país, MX $ 78 (US $ 3.50) provenían del 43% de los trabajadores formales,
mientras que MX $ 22 (US $ 0,99) correspondieron al 57 por ciento de los
trabajadores informales. Estas cifras demuestran que más de la mitad de la
población empleada tiene baja productividad y no puede tener ingresos suficientes
para demandar bienes de consumo de alto valor, como los vehículos.
En línea con lo anterior está la baja inclusión financiera
en el país. El Panorama Anual de Inclusión Financiera 2019 preparado por CNBV
indica que en una comparación internacional en 2017, México alcanzó el 12 por
ciento de los adultos con crédito, cayendo por debajo de Chile (31 por ciento),
Brasil (26 por ciento) y Colombia (21 por ciento).
Por otro lado, el estudio ?Hallazgos? 2018, realizado por
México Evalúa, presenta los resultados del Índice de Impunidad del sistema de
justicia penal. El Índice Federal de Impunidad, es decir, la proporción de
casos conocidos pero no resueltos satisfactoriamente por la FGR y la Judicatura
Federal, fue del 94,6 por ciento. Por otro lado, el índice de impunidad estatal
fue del 96,1 por ciento.
Asimismo, el pobre desempeño de la economía mexicana ha
contribuido a que el mercado automotriz mexicano esté en recesión desde 2017.
En México, el PIB tuvo una contracción real de -0.4 por ciento en el 4T19 en
relación con el mismo período de 2018, mientras que la economía de EE. UU.
Creció en un 2.3 por ciento en el mismo período, lo que es evidencia del origen
interno del pobre desempeño económico en nuestro país. Si las cosas fueran
complicadas en estas circunstancias, el inicio de la pandemia de COVID-19
agravaría cada vez más la situación.
La crisis de salud nos está hundiendo en una crisis
económica que se está profundizando ante la inacción del gobierno mexicano, que
tiene una conceptualización errónea de la situación y de lo que se requiere
para reducir la pérdida de empleos. Por lo tanto, las empresas tendrán que
manejar la crisis solos y enfrentar la falta general de liquidez. Es por eso
que se requiere solidaridad entre las cadenas económicas para apoyar a las
micro y pequeñas empresas.
Este es el caso de las empresas de distribución de vehículos
y su relación con los fabricantes de automóviles. Es esencial superar la crisis
que al final del 1T20 había causado una disminución del 23 por ciento (casi 1,000
vehículos ligeros menos) en comparación con el año anterior, especialmente
cuando se contempla que la recuperación del mercado automotriz será lenta y
condicionada por La disminución de los ingresos y el aumento del desempleo y el
riesgo de crédito. En este sentido, considero que la crisis derivada de
COVID-19 profundizará las tendencias que anteriormente estaban presentes.
Estos incluyen márgenes de baja ganancia en vehículos nuevos
y competencia extrema entre fabricantes y sus redes de distribuidores.
Asimismo, se profundizará el uso de canales digitales para la venta de
vehículos. En estos días de aislamiento social para enfrentar la contingencia
de salud, muchas personas han cambiado sus hábitos de consumo y esto incluye el
uso de Internet para interactuar con los concesionarios de vehículos. Además,
esta tendencia requiere un cambio radical de actitud para servir al cliente,
generando empatía en el proceso de atención, incluso en la atención a
distancia.
La expresión "la nueva normalidad" se acepta cada vez más, entendiendo que COVID-19 modificará el comportamiento social y que no llevaremos a cabo nuestras actividades diarias como lo hicimos antes de la llegada de la pandemia. Además, las ventas de vehículos también se están adaptando al cambio y lo haremos con la experiencia de un sector que tiene la capacidad de transformarse y fortalecerse rápidamente ante las crisis.
Fuente: Guillermo Prieto mexicobusiness.news